18 de mayo del 2022
Hoy he podido visitar mi museo de referencia, ese que recuerdo desde niña y que no deja nunca de enamorarme: el Museo del Prado. Tuve que ir a Madrid a hacer varias cosas y aproveché después para celebrar el Día Internacional de los Museos con esa visita tan deseada.
Este día la entrada es gratuita y eso sí que es un regalo, podemos acudir a nuestro museo favorito, a aquel que nunca nos decidimos a visitar o también hacer visitas encadenadas... con un tentempié entre uno y otro. En Madrid tenemos la suerte de tener concentrados importantes museos que hacen posible visitarlos en un día, pero yo quise disfrutar tres horas de mi museo más querido.
¿Cómo visito yo los museos? Si es la primera vez procuro estudiarlo antes, decidiendo qué obras me interesa no perderme y así poder dedicarme a ellas más tiempo. Primero con el plano de las salas, buscando esos tesoros, luego hago un recorrido aleatorio parándome en aquellas piezas que llaman mi atención. Pero la siguiente vez lo hago de manera muy diferente, me gusta perderme (casi literalmente, porque mi orientación no es la mejor) y dejar que me sorprendan esas obras preferidas cuando aparecen frente a mí.
Esta vez fue así, entré sin prisa y sin rumbo como pocas veces puedo hacer, miraba a mi alrededor y me dejaba llevar. Paseaba de sala en sala, fuera de la dirección establecida, saltando de un pasillo a otro, repitiendo salas como quien se pierde en el bosque caminando en círculo, pero sin necesidad de encontrar ningún camino, ninguna salida... Solo disfrutando de las obras, escuchando los comentarios de otros visitantes, otros idiomas pero las mismas miradas ensimismada ante aquello que nos toca dentro.
No puedo dejar de visitar las salas de escultura clásica que hay en la planta baja... Me emociona especialmente leer las cartelas de esas obras creadas en en año 10 A.C. ¡Tienen 2000 años y parece que se hicieron ayer! Hay muchas de los años 160 D.C. que para el caso es lo mismo... Esas obras en mármol me siguen dejando K.O. me cautivan al recorrerlas por todos los ángulos, tan cerca y sin poder pasar un dedo sobre ellas, tengo que llevar algo en la mano para resistir la tentación de acariciarlas. Veo esas esculturas y pienso que es el arte más resistente, llega a nosotros casi como el día en que se crearon, a veces con alguna parte restaurada, pero con esa edad y ese trajín que han debido tener de acá para allá no se explica una cómo se mantienen así de bien. Las esculturas, la cerámica y los mosaicos son lo que mejor resiste el paso del tiempo. Los tapices, las pinturas y los textiles se deterioran antes y sin también más frágiles. Hay en una de las salas una cabeza de bronce que parece fundida la semana pasada y al verla no puedo evitar pensar que sigue tan actual como entonces... impresiona.
He disfrutado muchísimo de cada paso en este magnífico museo. De pinturas que encontré, de las que solo conocía fotografías, algunas de Mariano Fortuny como la titulada "Los hijos del pintor, María Luisa y Mariano, en el salón japonés", de 1874... ¡Cuál ha sido mi sorpresa al ver que había un estuche de metal en la tienda con este cuadro! No he podido resistirme. Hoy no pagué la entrada, así que este recuerdo me lo llevo agradecida por tener este oasis de emociones a nuestra disposición.
Te invito a perderte en tu museo favorito... Ya verás como descubres cosas increíbles.
¡Un abrazo!