18 de septiembre del 2022
La vida nos presenta la oportunidad de hacer eso para lo que nos hemos estado preparando. Sin darnos cuenta, paso a paso, día a día, hemos ido caminando tomando decisiones, aprendiendo y creciendo con la experiencia misma de vivir para llegar a ser quienes somos… y un día llega nuestro momento. Así, de repente, nos damos cuenta de que es ahora o nunca. Nos toca creer en nosotros mismos desde dentro, cerrar los ojos para concentrarnos, coger aire para llenarnos de valentía y dar ese salto con el que comenzar una nueva etapa.
Hace poco compartí esta reflexión que hice para adelantar un nuevo comienzo:
“Solemos pensar en lo que tenemos por delante, pero avanzaremos mejor si recordamos el camino recorrido y damos el valor justo a cada paso dado”
Creo que en esa revisión de lo recorrido está la clave. Ese camino de obstáculos superados, de caídas, de manos tendidas, de desaliento, de celebraciones, de problemas resueltos, de sueños por cumplir, de bendiciones recibidas, de búsqueda de sentido, de estudio, de conocimiento interior, de aceptación, de entrega personal, de respeto, de resiliencia, de crecimiento, de amor, de dolor, de llanto, de risa, de silencios, de decepciones, de encuentros, de distancias, de abrazos, de palabras por decir, de éxitos, de dudas… de agradecimiento. Ese camino, que es la vida misma, nos va modelando con la dureza con la que construyo una armadura o desbasto una piedra, y al mismo tiempo nos da las pausas y los tiempos para asimilar cada estado, como el proceso de una obra mientras la creo, mientras la miro y escucho la emoción que ha de salir de ella. Después de vencer la resistencia de los materiales, de moldearlos, de conocerlos y adaptarme a ellos, la obra va evolucionando con herramientas menos duras, con más mimo hasta terminar acariciando el resultado final. Mirar con atención nos permite ver, dos verbos que a veces se confunden. Ver es ser consciente de lo descubierto. También cuando escuchamos llegamos a oír sonidos imperceptibles sin esa atención plena. Pienso que revisar el camino recorrido con esa atención plena cuando llega el momento nos hará renacer conscientemente. Eso es lo que he estado haciendo estos meses… mirar y escuchar.
Este mes de septiembre cumplo cincuenta y tres años, una edad más que suficiente para ser consciente de lo que mi vocación ha significado en mi vida, de los pasos que he ido dando y del valor que tiene cada uno de ellos. Una edad en la que recupero con fuerzas el tiempo necesario para crear, enriquecida por la experiencia e ilusionada por lo que puedo compartir y hacer sentir.
Pienso que el artista ha de estar en sus obras y eso tiene un precio. Yo nunca he podido hacer “cosas bonitas”, cada línea y cada golpe tiene un sentido profundo, cada boceto encierra la esencia de una emoción que ha de expresarse en una obra… Si no tengo nada que decir no puedo crear. Vivir con la sensibilidad a flor de piel no es fácil, pero es apasionante. En estos meses he analizado mi trayectoria a fondo, desde el comienzo, mis años de facultad, mis primeras exposiciones, las miles de llamadas presentándome, cada paso al frente confiando en mi capacidad, cada palabra recibida o escrita en mis libros de firmas, cada emoción sentida por quienes se acercan a mis trabajos, viajes, emprendimiento, charlas, lesiones, exposiciones, cada negativa a una propuesta, cada situación incómoda y cada oportunidad generosa que no olvidaré… Estoy satisfecha con todo lo vivido, con el aprendizaje que me mantiene en una actividad constante, con las personas y experiencias que me enriquecen. Ahora llega un momento vital para mí: Dar ese valor justo a cada paso dado.
Evolucionar con raíces fuertes que soporten las tormentas futuras y seguir adelante sin perder la esencia del lema que da sentido a lo que soy: “Arte para vivir”. Me resultaba complicado salir de esa rueda de hámster en la que siempre estoy intentando llegar a la meta, así que decidí mirar los kilómetros recorridos y salir de ella (es una metáfora un poco extraña pero muy descriptiva).
La vida me ha presentado ahora la oportunidad reuniendo diferentes circunstancias: la jubilación de mis fundidores durante veintinueve años me ha hecho empezar de nuevo con otra fundición (que espero me dure otros treinta), mi reconocimiento como artista y profesional valorando mi trayectoria, mis tazas reversibles C’UP, mis libros, la acogida de mis obras públicas, mis nuevos proyectos interdisciplinares uniendo la danza con mi arte y el apoyo de muchos que me han animado a ocupar el espacio que he conquistado, un lugar que no veía porque miraba dentro de esa rueda de supervivencia artística, de giro imparable, que me tenía cautiva.
Situaciones nuevas que me han hecho descubrir conscientemente el paisaje que cada giro había ido creando. He dado su valor a cada vuelta, día y paso necesarios para dar forma a cada idea. He dado valor a lo que otros sienten al ver lo que sale de mi cabeza y mis manos, a mi personalidad, a mi propio lenguaje y estilo, a lo que soy capaz de comunicar a través del arte.
Esta entrada en mi blog es un poco más larga de lo habitual, pero necesitaba compartir la ilusión por seguir adelante con energía renovada, por salir de esa rueda de hámster y comenzar una ruta exterior que me permita descansar de vez en cuando para disfrutar de lo avanzado y de lo que llegará. Así que comienzo una etapa más internacional, enriqueciendo mi web, revalorizando mis obras, participando de una manera activa fuera de mi estudio, siendo más visible en eventos y acercando mi día a día a través de las redes sociales.
Estás invitado a acompañarme en esta aventura y te animo a que valores también cada uno de tus pasos, a que te marques un rumbo nuevo hacia el horizonte que quieras alcanzar, no será fácil pero merecerá la pena si ponemos lo mejor de nosotros. Y mi primer paso en esta nueva etapa quiero que sea dar las gracias a cada una de las personas que han estado a mi lado en algún momento, a las que están y también a aquellas que vendrán a mi vida, pues cada uno de vosotros me brindáis la oportunidad de aprender, de crecer y de dar lo mejor.
¡GRACIAS!