La escultura es la disciplina que me conquistó y en la que me siento más cómoda. El poder acariciar la obra y
verla desde cualquier ángulo, rodeándola, descubriendo cómo la luz la transforma a lo largo del día y la mantiene siempre viva es algo que me cautiva irremediablemente.
El tacto es un sentido increíble y que no tenemos mucho en cuenta, con él podemos recorrer una escultura con los ojos cerrados y percibir su esencia a través de sus líneas, texturas y volúmenes. Grande o pequeña, la escultura nos invita a ver el otro lado y transmitir emociones en obras de bronce, madera o piedra es muy emocionante.